Hobbes,Von
Stein, Von Humbolt, Adam Smith ofrecieron
respuestas a sus tiempos, son referentes de muy alta factura sin duda, pero ahora son otros los problemas y otras las
soluciones. La arquitectura institucional ya no responde, lo actores políticos
no están a la altura, el modelo del bienestar no ha sido todo lo eficaz que se
esperaba y la deconstrucción de este no ha servido para otra cosa que para el
colapso económico y la ocupación de los poderes perversos y antisociales.
Nuestro orden político está gastado.
Se
ha indicado que nos encontramos, no sólo tanto en un cambio de era sino en lo
que Karl Jaspers denominó tiempo eje. Como si ahora otra vez estuvieramos en
aquel siglo IV AC en el que se fraguaron las grandes civilizaciones. En
ese tiempo y en una línea geográfica entre los paralelos 40 y 20 se dieron la aparición del Budismo, Taoísmo,
Confucionanismo, las Upshanidas hinduistas, la doctrina de Zoroastro en
Persia; la impronta de Elías, Jeremías e
Isaías en el judaísmo, y el llamado paso
del Mito al Logos en Grecia.
Hic
et nunc el proceso de deconstrucción administrativa sigue y sigue, lo próximo está
en la Ley de racionalización y
sostenibilidad de la Administración local, según la cual Los ayuntamientos de
menos de 5.000 habitantes serán intervenidos, se procederá a la disolución de
mancomunidades y se redistribuirán competencias en función del tamaño del
municipio. Pero esto no son más que medidas coyunturales, lo que se precisa es
una nueva lógica en la acción gubernamental,
tanto en el diseño político como en la implementación técnica y ésta ha de ser
de calibre equivalente al cambio de aires que estamos saboreando en el Vaticano
con el esperanzador nuevo papado.
Sin
duda, quien debe definir es la propia sociedad aquello que desea que sea gestionando
colectivamente y que todo apunta a mantener los pilares básicos del bienestar aunque
con nuevas lógicas más colectivas y sociales, entre las que sin duda se haya la
intromisión perversa y arbitraria en lo que no concierne al bien común. Los
partidos políticos no pueden atribuirse el monopolio de la acción social, es
notorio la desafección social por la política, y que ésta no resuelve los
graves problemas sociales.
Una
nueva política supone una nueva dimensión humana, que parta de las aportaciones
de las otras ciencias sociales (antropología, sociología, psicología, economía,…)
si quiere dar respuestas válidas a un tiempo nuevo que habrá de venir más
pronto que tarde, y que ha de jugar un rol neguentrópico frente al caos y
colapso del modo socioeconómico actual. En esto estamos todos, sobre todo si
pensamos en nuestros hijos y alumnos, propios o ajenos, próximos, prójimos o
lejanos.
Si
en definitiva como resultado habríamos
de pensar en una nueva forma de organizarse el Leviatán de otrora, no sirve. El
progreso y la cultura actual exige la superación de las condiciones sociales y
antropológicas que hicieron pensar en él como solución. No obstante no
olvidemos que el dilema Rousseau-Hobbes
sigue estando ahí.
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