2º) Del trabajo de la profesora Quintana Orive y de la magna obra de Gladden, podemos observar que mientras las magistraturas republicanas fuero de elección popular, colegiales, gratuitas y anuales con expresa prohibición de continuar y repetir en el cargo o de acumular dos o más magistraturas en la misma persona, las de los funcionarios imperiales fueron largas o perpetuas en el cargo, retribuidas (sistema de salarios minuciosamente definido para todo el aparato administrativo) y sus funciones ejercidas por delegación y en representación del príncipe o del emperador.
- La época imperial se caracterizó también por la separación total entre competencias
civiles y militares, por los principios
de jerarquía y disciplina y la creación de un sistema estable de oficios
con una propia organización racional interna, así como una formación especializada del personal.se
recogen, los principios de estabilidad, jerarquía y disciplina, un sistema de
retribución; y el régimen de la
responsabilidad penal y disciplinaria .
- La Administración provincial
y municipal, desde la mitad del siglo IV dc, estaba articulada en prefecturas,
diócesis y provincias así como unidades administrativas con estatus particular
(Roma, Constantinopla, las provincias proconsulares de Asia, África ,Grecia
y Egipto).Los gobernadores provinciales
eran la más alta autoridad en la provincia después del príncipe ocupándose de la gestión y recaudación tributaria que se llevaba a cabo por los decuriones
municipales. También ejercieron como jueces
competentes para conocer en primera instancia las demandas judiciales y
los crímenes y delitos cometidos en su territorio.
- Un tipo específico de constitución imperial (lex
imperator) fueron las ‘Mandata’ como instrucciones en materia administrativa
destinada a los funcionarios de la administración provincial.
- El decurionato municipal fue un cargo honorífico que se encargaron de la gestión de los bienes comunales, de la compra del grano, de la construcción
de los acueductos, de la conservación de las vías públicas, organización de los
espectáculos públicos y, de la recaudación de los impuestos
3º) Como
aspectos de especial relevancia en nuestros
tiempos tenemos
No hay con carácter general
una edad mínima para acceder a la Administración aunque sí la de no
admitirse a los menores de veinticinco años en la administración de las
ciudades, y que el emperador Constantino
rebajó a los dieciocho años . No se admitían a las mujeres en la función
pública , a quienes sí desempeñaron importantes labores en el ámbito religioso
y de beneficencia (flaminicae o sacerdotisas). También, se exigía ya desde la
República, como regla general, la ausencia de enfermedades o defectos físicos o
psíquicos que impidiesen o dificultasen el ejercicio de sus funciones. La
sordera, ceguera o la enfermedad mental
podían ser causa de incapacitación. De
su parte la honestidad y la buena fama
eran muy tenidas en cuenta a la hora de seleccionar al futuro candidato (no
podían desempeñar ningún cargo público o dignidad aquellos que hubiesen sido
tachados con nota de infamia o que hubiesen cometido algún crimen, siendo
expulsados de la Administración los funcionarios en quienes concurriesen dichas
circunstancias). Junto a esto se exigía
el requisito de suficiencia económica a los candidatos para determinados
cargos en la Administración, como garantía tanto de una gestión honesta como
también de la asunción de la responsabilidad patrimonial que les
correspondiese, en su caso, al estar obligados a indemnizar con su propio patrimonio
los daños ocasionados por su gestión. En
cuanto al origen social de los
candidatos, en las más altas dignidades del Imperio, la mayoría correspondía a personas cercanas al círculo de los
emperadores. Para los candidatos a
puestos intermedios e inferiores de la milicia armada y de la milicia civil se
establecieron una serie de presupuestos básicos, como el nacimiento libre y a
la libertad de cargas respecto del Estado o del municipio.
Estaban excluidos los soldados
y sus hijos, los colonos sus hijos y nietos, los esclavos los corporati
(empleados en fábricas de armas del
Estado, panaderos), los libertos, comerciantes y artesanos.
La posesión de conocimientos técnicos constituía un
requisito valorado por las leyes para el acceso a determinados cargos, distinguiéndose en
la prefectura del pretorio
ministeria litterata e illiterata.
Por lo que hace a la preparación de los funcionarios, los estudios
clásicos como el latín, la retórica y el derecho fueron las habilidades más
apreciadas para los altos funcionarios
desde la época del Principado. Tribunales, gobiernos provinciales, direcciones
ministeriales (palatini magisteria) eran los destinos propicios para los
versados en retórica, latín, derecho
y taquigrafía. Con el tiempo a los abogados
además de la retórica se les exigió el conocimiento técnico. En el Bajo Imperio se generalizaron los estudios
técnicos, y para controlar la capacidad
técnica y asegurar el acierto en la selección de los aspirantes se estableció
para determinados cargos la obligación de pasar un examen o prueba de idoneidad
(probatio), ante tribunales de profesionales en el caso de los médicos y
profesores públicos. Los médicos públicos (medici o archiatri)
constituían un cuerpo con su propia jerarquía y un modo de reclutamiento y
ascenso específico. Para la incoporación se requería un examen (probatio) por
sus propios colegas y era necesario que obtuviese al menos siete votos (la
mayoría absoluta de los miembros del tribunal.Por lo que hace a los profesores públicos
debían pasar un examen realizado por el prefecto de la ciudad -ayudado por
representantes del cuerpo de profesores públicos- ante el Senado,
posteriormente el prefecto informaba al emperador de la decisión senatorial y
este otorgaba el decreto de nombramiento.
b)
Carrera Profesional; Las categorías
personales jerarquizadas y la promoción (hoy carrera profesional) ya se
basó en la antigüedad y atendiendo a los
méritos de los oficiales. Uno de los aspectos esenciales de la Administración
del Bajo Imperio fue la separación entre los funcionarios civiles (militia
civilis, militia officialis) y el ejército ( militia armata). A partir de
Diocleciano y de sus sucesores, la generalidad de los puestos de la
Administración, sobre todo en las oficinas, no provenían ya del ejército auqnue
se mantuvieron ciertos simbolos (cinturón militar, La pertenencia de los oficiales
del pretorio a a legión ficticia I Adjutrix).
No obstante fue
frecuente la comercialización de recomendaciones para la obtención de títulos y
puestos en la Administración imperial (suffragium) desde los inicios del
Principado y, ello, pese a los intentos de frenar estos abusos por parte de
diversos emperadores.
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