Este
es el título de la 5ª edición de la publicación
Tendencias Estratégicas globales
del Ministerio de defensa británico y que aborda cual
será la identidad y el papel del Estado.
El
estado será el actor dominante en asuntos internacionales en 2045 pero, a la par,
las empresas privadas o semiestatales y
las organizaciones no gubernamentales ejercerán una influencia creciente, pero sin
llegar al ejercicio de poder de toma de
decisiones similares a los estatales. Mención especial es lo que atañe a las
compañías privadas de seguridad ya que los Estados están subcontratando cada
vez más su monopolio de la fuerza.
Las personas se definirán a sí mismas – en un
contexto de migración creciente – no tanto por su nacionalidad, sino por vínculos
con las comunidades virtuales. La
religión seguirá siendo un componente importante de la identidad y las mejoras
tecnológicas potenciara la transformación de la identidad humana al mejorar la
percepción sensorial, el rendimiento físico e incluso el control del miedo y otros estados
emocionales.
En los
países en desarrollo, algunas personas pueden seguir sintiéndose más
estrechamente vinculadas por lealtades tribales u otras lealtades que
conectadas con el Estado y este a nivel mundial, tendrá menos relevancia para el individuo,
debido al movimiento de personas, información e ideas a través de las fronteras
nacionales. La desconexión social con el Estado, conlleva un menor interés en apoyarlo.
La participación en la política seguirá cayendo, lo que podría provocar que los
ciudadanos cuestionen la legitimidad de sus gobiernos.
También nos revela
el informe que el impulso separatista irá en aumento, sobre
todo porque las grandes urbes reclamarán estatutos especiales, incluso como entidades
independientes. Ciudades como Seúl, Taipéi, Shangái, Hong Kong, Kuala
Lumpur, Singapur o Yakarta , están desarrollándose a una velocidad mucho mayor
que las regiones y los países en que se sitúan y por lo tanto influirán cada
vez más en las políticas de esos Estados o exigirán mucha mayor autonomía.
Las zonas
interiores de muchos países, incluidos los occidentales, están perdiendo
población pues las posibilidades de ganarse la vida son mucho menores, ya que
apenas hay industria y la agricultura y ganadería están en un declive
acentuado. Sus habitantes se marchan a las ciudades, donde las opciones de
empleo son mucho mayores y, como ha ocurrido en otros momentos de la historia,
terminan concentrándose en aquellas urbes donde viven quienes tienen recursos y
precisan de servicios. Para 2045, señala el
informe, el 70% de la población mundial vivirá en grandes ciudades. Las ciudades globales (Nueva York, Tokio,
París, Fráncfort, Zúrich, Ámsterdam, Los Ángeles, Sídney o Hong Kong) serán las
beneficiadas en este nuevo contexto, ya que se convertirían en los principales
centros comerciales y financieros del mundo y recogerían gran
parte del capital, del talento y de las ventajas que traen las interconexiones.
Póngase este
informe en relación con otro trabajo ya mencionado en entrada anterior de Carles
Ramió, en La Administración Pública del Futuro (Horizonte 2050).
Instituciones, Política, Mercado y Sociedad de la Innovación,Tecnos, 2017
y podemos mirar hacia el futuro del Estado administrativo con cierta prospectiva, anclada en proyecciones
y predicciones y conjeturas
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