En última entrada “Sine ira et studio” (y4) mencioné algo sobre normatividad para la
Gestión Pública, haciéndome eco de la
política de reconstrucción de postguerra
con los gobiernos laboristas que
siguieron los axiomas de Whitehall que se describen por Morison en la gran obra de Lepawski sobre El
arte de la Administración de 1961.
La
dinámica de mantener los roles y actitudes ideales sobre el político y el funcionario
al modo weberiano, permitieron cambios de gobierno ingleses al modo Westminster sin relevo de funcionarios. El
gradualismo del socialismo (fabianismo) en Inglaterra desde 1945 no necesité de purgas
entre los directivos ni tan siquiera de reajustes de índole menor. Como los
políticos no tenían el teckné directivo el gobierno fue lo suficientemente realista – y sensato por responsable
- de preferir mantener a los ejecutivos en las empresas nacionalizadas, a tener que nombrar a
ineptos.
Estos se ha hecho mucho más de lo que se conoce en
la historia político-administrativa incluso con cambios cruentos y no sólo por
las artimañanas del gatopardismo o los cambiacamisas y aprovechados de siempre (en la politología tenemos a Gaetano
Mosca y su teoría de las élites, en el cine al camarada Komarowski de Dr. Zhivago, y hasta en nuestra praxis nacional al
Presidente Gallardón al mantener a los altos cargos del gobierno anterior de la
CM) .
Esto viene a cuenta de la rabiosa noticia en nuestra CV de que “El PP sondea a miembros
del Consell para seguir en el cargo y provoca estupor en las filas socialistas”. De estupor es
el comentario al respecto de que (…)Los
cobardes del PP siempre igual, no cambian, si hubiese sido al revés los
socialistas cortan la cabeza a todo quisque, desde el más bajo al más alto, sin
contemplaciones y sin miedo. Dejar ahí gente de otro gobierno nunca puede ser
bueno, lo van a torpedear todo (…).
La iniciativa es más que sensata por los
medios y los fines (racionalidad intrumental weberiana propia de la gestión vs.
racionalidad material propia de la política ideológica). Asi que tenemos el fin
de garantizar las grandes inversiones
empresariales que podrían fructificar en los próximos meses de una parte, y de
otra, que los perfiles de los candidatos
de la oferta son merecedores de ello, mas todavía cuando no hay mucho donde
escoger, y además, se oye hablar bien de al menos, tres de los cuatro ungidos. Encajan con la tipología ‘explorador’ que refleja Victor Lapuente en El retorno del Chamán, que se dice que
cabalga de nuevo – especialmente al socaire del populismo, y muy amigo de la verborrea gratuita, de inventarse problemas
inexistentes o de encontrar soluciones inadecuadas,ineficaces,ridículas o
cartesianas. Estos ineptos para la gestión en las que se busca una solución
adecuada, factible, oportuna y además razonable, sólo pueden estar en el mercadillo de alegrías para el sufrido populacho. Es
decir, ocuparse de las famosas politicas
simbólicas de no hacer nada
administrativo o gatopardistas.
Lo suyo es el discurso, el relato ideológico que todo lo disculpa y justifica,
el símbolo, los valores abstractos, los ritos, la costumbre, las retrotopías. De servicio y acciones para rescatar personas concretas de problemas
reales, nada o muy poco, más allá de las familias o amigos del colegio o de copas.
El
explorador trabaja y se le recuerda. El Chaman cobra, aparenta y se lleva la
gloria que dura muy poco (días a veces) y han convivido desde siempre. El gran
historiador de la Administración Pública E.N. Gladden afirmó, que el funcionario se cuenta primitivamente entre los
primeros profesionales y entre estos quien
practicaba la religión, el ‘shaman’, fue el primer especialista. Su
profesión, y no la prostitución, es la más antigua, con evidencias ya el pleistoceno tardío. Como enseñan Gladden y Hauser el mago-artista, parece haber sido el
primer representante de la especialización y la división de labores. Surgió de la masa indiferenciada, al lado del
mago ordinario y el médico, como el primer profesional y es, en tanto poseedor
de cualidades especiales, el precursor de la clase sacerdotal.
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