Esperanza,
futuro y España fueron las tres palabras
más utilizadas por Felipe VI en su mensaje navideño, que a mi juicio pone un punto y aparte en la
nueva definición de la arquitectura institucional. Dijo el monarca en términos
descriptivos
· Estamos viviendo tiempos
complejos y difíciles para muchos ciudadanos y para España en general.
· La dureza y duración de
la crisis económica produce en muchas familias incertidumbre por su futuro.
· La importancia de
algunos de nuestros problemas políticos genera inquietud.
· Las conductas que se
alejan del comportamiento que cabe esperar de un servidor público, provocan,
con toda razón, indignación y desencanto.
En
términos prescriptivos señalaría;
· Necesitamos referencias
morales a las que admirar, principios éticos que reconocer, valores cívicos que
preservar.
· Necesitamos un gran
impulso moral colectivo y una profunda regeneración de nuestra vida colectiva.
Y en esa tarea, la lucha contra la corrupción es un objetivo irrenunciable.
· Debemos cortar de raíz y
sin contemplaciones la corrupción.
· La honestidad de los
servidores públicos es un pilar básico de nuestra convivencia en una España que
todos queremos sana, limpia.
· La lucha contra el paro
debe continuar siendo nuestra gran prioridad.
· El sacrificio y el
esfuerzo de los ciudadanos durante toda la crisis económica exige que los
agentes políticos, económicos y sociales trabajen unidos permanentemente en
esta dirección, anteponiendo sólo el interés de la ciudadanía.
· La economía debe estar
siempre al servicio de las personas.
· Debemos proteger
especialmente a las personas más desfavorecidas y vulnerables.
· Debemos seguir
garantizando nuestro Estado de Bienestar, que ha sido durante estos años de
crisis el soporte de nuestra cohesión social, junto a las familias y a las
asociaciones y movimientos solidarios.
Concluye
que todo tiempo político tiene sus
propios retos y ahora corresponde poner al día y actualizar el funcionamiento
de nuestra sociedad democrática y conseguir que los ciudadanos recuperen su
confianza en las instituciones. Hay que regenerar nuestra vida política,
recuperar la confianza de los ciudadanos en sus instituciones, garantizar
nuestro Estado del Bienestar y preservar nuestra unidad desde la pluralidad son
los grandes retos. A su vez en la pascua militar el Rey instó a recordar el principio de que “mandar es
servir”, a su patria y a sus ciudadanos, con la entrega de la vida si hiciera
falta.
Las
revoluciones no cruentas y de corte fabiano
suelen producirse cuando el ápice del poder reacciona a la presión
social que se inicia desde abajo, aun cuando es alentada por ciertas élites. Debemos
entender aquí la revolución (cruenta o no) como cambio social sustancial,
formal o material, en este caso querido por muchos, supuesto el eskhaton de las próximas elecciones . Dicho en términos de políticas
públicas, articulado con nuevas políticas constitutivas, propias de análisis comprensivos y radicales
que han de ser seguidas de otras
reglamentarias y distributivas, y que tienen su origen en un nuevo pacto
social. Como suele ocurrir en las situaciones
pre revolucionarias las instituciones intermedias entre la base y el ápice suele
negar la realidad por cuanto son quienes, institucionalmente se benefician de ellas (políticos, burócratas, rentistas del
sistema, apesebrados, red clientelar cautiva,supervivientes del caos,…).
La prensa recoge con justicia que el mensaje fue considerado realista, certero, y oportuno. Sin embargo no
gustó en Moncloa y se sugirieron algunos
cambios, de tono menor. El tono general pesimista y sombrío no
fue del gusto del Ejecutivo y menos todavía el enfoque demasiado social con críticas a la situación económica, la insistentes
menciones del desempleo, de los vulnerables, desfavorecidos.
En el discurso en dos ocasiones se cita la fórmula Estado de
Bienestar cuando
don Juan Carlos sólo la utilizó una vez en sus 39 discursos navideños. Se ha
calificado como un discurso de regusto
socialdemócrata, con la mirada puesta en el Estado más que en
la iniciativa privada, diametralmente alejado de determinado liberalismo de algunos. Al gobierno le hubiera gustado más un discurso como el del Rey Guillermo de Holanda
en su toma de posesión en septiembre de
2013, en el que abogó por la sustitución del Estado del bienestar por una
sociedad participativa, discurso curiosamente impulsado por un gobierno de centro izquierda
(liberales y socialdemócratas).
Hasta aquí podrá decirse que lo que ha pasado es
que esta monarquía apuesta por el Estado social, en un momento de crisis del
mismo, lo que no significa que no haya que reformularlo, sobre todo en lo que a
sus gestión corresponde. Esto coincide
plenamente con estudios politológicos, como
el que la comisión trilateral, en el año 2000, encargó a PUTNAM Y PHARR una revisión de los cambios acaecidos en las
democracias avanzadas en el último cuarto de siglo. En el informe sobre la gobernabilidad se afirmó la ausencia de “evidencia alguna
en ninguno de los países analizados que indique que la democracia esté en
riesgo de ser suplantada por otra alternativa”
ni “evidencia alguna de
compromiso declinante respecto de los principios de gobierno democrático. Por
el contrario, el compromiso público respecto de la democracia per se ha crecido
en el último medio siglo”.
El informe del año 2000 presentó, sin embargo, dos
diferencias importantes respecto del de 1975 (de CROZIER,HUNTINTONG y WATANUKI)
pues el tema más importante hoy, en los albores del siglo XXI, no es si la
democracia sobrevivirá o si está en crisis, sino en qué medida los líderes y
las instituciones democráticas podrán satisfacer las expectativas y necesidades
de la gente. Por ello, proponen centrarse en el análisis de la problemática de
la desafección ciudadana respecto de la democracia.
Parece claro que en el discurso del Felipe IV se
asume y comprende los motivos de
desafección de la ciudadanía hacia las instituciones y la conjunción de la presión desde abajo y
desde arriba contribuirá a los propósitos de cambio. Lo cual aconseja centrar
las propuestas alternativas al modelo teniendo en cuenta los problemas propios
de cada país, si bien parece que el
común denominador sociológico e intelectual apostaría por ni más (Estado) ni
menos (social).
La constitución establece el rol actual del monarca y desde el él citado discurso merece
los elogios recibidos y los que aquí tributamos. En su día pensadores de fuste le
atribuyeron el gran rol de ‘monarca social’ en los términos que siguen en la
siguiente entrada.
Me alegro de coincidir en lo sustancial con lo que
termino de leer en ¿Republica o monarquía,
el dilema de la paz? de mi amigo el
sabio Antonio Colomer en Las Provincias del día 9.01.2015, de recomendable
lectura
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